viernes, 20 de noviembre de 2020

domingo, 5 de abril de 2020

PALABRAS AL ESPACIO.


Diciembre de 1998. España. Frío acojonante. Mucho. Hondo. Un peludo y chueco muchacho con aro en la oreja izquierda camina perdido por Madrid, muerto de miedo, lleno de sueños, hasta que en una de esas calles se topa con una comiquería. Entra y, revolviendo, descubre, salida hace poco del horno, una hermosa edición de Norma Editorial que compila bocetos, dibujos, ilustraciones, estudios y muchos etcéteras más de Juan Giménez: Overload. La compra de inmediato.
Tras varios días de caminar y caminar y caminar, y caminar y seguir caminando, decide tomar un tren para ir a Barcelona, donde estaban muchas de las más importantes editoriales que publicaban las revistas que él tanto leía.
Viaja de noche, le cuesta dormir, no para de imaginar posibilidades laborales (que nunca se darán ahí). No lo sabe aún, pero este viaje le traería algo mucho más valioso y duradero que un trabajo.
Como el tiempo sobra y la juventud también, hace lo mejor que puede hacer: Vuelve a caminar. Mucho. Y en este caminar por la nueva ciudad, llena de magia y encanto visual, vuelve a dejarse perder por sus calles, y ahora, la causalidad le pone otra comiquería enfrente, pero ésta iba a marcar la diferencia en su viaje: Librería Tintín.
Mira los estupendos libros hasta que, de pronto, presta atención a un afiche pegado en una de las paredes: MAÑANA JUAN GIMÉNEZ FIRMARÁ EJEMPLARES DE OVERLOAD.
No cae. No es posible. Mira a la chica que atiende y le pregunta si esto es "mañana" y si es verdad... Que sí, responde, con una sonrisa, y agrega: "Mañana viene Juan desde Sitges. ¿Lo conoces?".
Al día siguiente, el chueco peludo con aro en la oreja izquierda es uno de los primeros en la larga fila de fanáticos que desean una firma del dibujante mendocino.
Y le toca el turno...
-Hola, Juan, soy argentino...
-Aaaaah, estás jodido, lo siento! (se ríe) Naaah, hablando en serio, ¿qué estás haciendo por acá? - pregunta.
El muchacho le cuenta, le habla de su sueño de trabajar como historietista; Giménez lo escucha atentamente mientras le hace una hermosa aguada dedicada en el libro. El maestro le pasa su teléfono y le pide que lo llame mañana, porque tiene muchos contactos para pasarle, y tal vez haciendo unos llamados de su parte algo podría surgir. Le pasa el teléfono particular a un perfecto desconocido y le ofrece su ayuda, sí.
-Hola, Juan, soy Diego, el muchacho argentino...
El chico le pide, si por favor puede ir a verlo a su estudio, que él viaja hasta Sitges, que no hay problema, que sería sólo un rato, que le sobran el tiempo y los miedos, que viajaría para mostrarle su carpeta llena de dibujos, para pedirle consejo, para tratar de ver mejor hacia adelante. La respuesta es "Venite, Diego, cómo no. Te espero."
El aprendiz llega más que puntual a Sitges. Toca el timbre. Juan lo recibe con una sonrisa y una mano extendida. "Pasá".
Adentro todo es blanco, hay miles de libros y revistas, hay discos, hay mesas de dibujo, dos por lo menos (o tres), hay recipientes con tintas aguadas y pinceles, muchos pinceles, hay avioncitos de guerra, hay un submarino. Se escucha jazz de fondo y es una tarde increíble en el pueblo con mar. El mar de Serrat.
Lo que iba a ser un rato para ese chueco que soy yo, fue una de las tardes más importantes de mi vida. Hablamos durante horas, pude ver sus trabajos, sus libros, me contó su historia. Miró mis trabajos con un respeto singular y me hizo un montón de sugerencias (no daba consejos nunca).
Y llegó la hora de dejar de molestar, porque a los maestros no hay que robarles tiempo.
"Te acompaño a tomar el tren" - me dijo. Y seguimos charlando por las calles de ese pueblo de mar que es un verdadero sueño.
Nos despedimos y prometimos escribirnos; cosa que hicimos durante muchos años, siempre con el mismo aprecio y calidez.
Después vinieron encuentros en Bs As, varios, y uno en Rosario, en una de las Crack Bang Boom, siempre con abrazos y sonrisas.
En una carta, porque también nos mandamos cartas por aquel entonces, me escribió al final: "Que gastes muchos lápices" y se dibujó sonriendo.
Juan, lo sabemos muchos, no fue sólo un artista descomunal, fue una hermosa persona, un tipazo, un ser sencillo, generoso y noble de corazón. Hoy me duelen el alma y el corazón, me duele el muchacho que fui y me duele el hombre que soy.
Ya saben que soy muy torpe para escribir, no es mi lenguaje, sólo quería compartirles que a ese gigante yo lo quise mucho y que tuve la suerte de recibir sus palabras de aliento en muchas oportunidades, y que sin él me faltaría una parte importante en mi historia personal.
Escribo esto porque no sé llorar, y lanzo estas palabras para que donde quiera que esté ahora, vuelva a saber que mi cariño sigue intacto.
Con el alma, Juan. Con el alma.

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jueves, 3 de enero de 2019