domingo, 23 de noviembre de 2008

Carmela y Tino...

Mientras Carmen dormía yo dibujaba incansablemente. Quizás para vencer mi soledad. Había parvas de hojas oficio del ministerio y siempre alguna cajita con doce fibras Sylvapen.
Dibujaba con lapicera, no pensaba en borrar posibles errores o imperfecciones. Era un niño.
Hacía los ruidos de los tanques y las ametralladoras, las explosiones, los monstruos, los dinosaurios (mi fascinación) y hasta los cavernícolas.
Mi mundo era la fantasía y la aventura, y en ese lugar yo era infinito en mi propia imaginación.
Podía usar las hojas de los dos lados, y llenarlas con soldaditos muy chiquitos y aviones.
Recuerdo aquellas tardes en la mesa circular blanca, con las sillas color naranja.
Cuando mi abuela se despertaba de la siesta llegaban los elogios, los mimos y el mate cocido con pan con "patefuá".
Había flores en el patio, y en el viejo galpón, estaban mis bolsas con soldaditos, y mis fuertes y aviones de madera, hechos magistralmente por mi abuelo Tino.
Hoy, desde el hombre que soy, recuerdo...

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Que lindo dibujo! jajaja re tierno.
Y que lindos recuerdos seguramente.
Un abrazo grande Diego

CapoCosmico dijo...

te abrazo amigo, me hiciste acordar el cariño a mi abuela...

Franco dijo...

dibujar con los abuelos es algo muy copado! yo lo sigo haciendo!

Mirita dijo...

Una preciosura!
Lo más los abueslos, cuántas cosas vienen a la cabeza, eh :)

Yasnaia Gaya dijo...

Amor por los recuerdos, por los detalles, por lo que nos hace sentir vivos. Hermoso dibujo, hermosas palabras.